Fue durante un viaje a México, un mes de libertad con mochila, con el objetivo de descubrir lo más posible. Hemos acumulado millas, encontrado comunidades, visto playas, lagunas, montañas y ciudades maravillosas. Fue un viaje increíble, emocionante, nos enamoramos de México, con todas sus contradicciones. Sin embargo, a pesar de la belleza, sentimos que nos faltaba algo, y no era una sensación de luz, ambas nos sentimos como un vacío. No comprendimos de inmediato qué era ese vacío y, sobre todo, cómo llenarlo. Así nació la idea de ViajanDos con calma, una forma diferente de conocer el mundo. Disminuir la velocidad de nuestras vidas para poder detenerse en situaciones y tratar de tener un punto de vista diferente al del turismo común.

Viajar significa abrir la mente y el corazón al mundo, significa crecer y confrontar, porque cambiar de mirada en la vida siempre es constructivo.

Comenzamos desde nuestras experiencias para pensar en algo que podría llenar ese vacío. Una periodista con gran experiencia en comunicación social y audiovisual y una educadora infantil, formadora y responsable de proyectos internacionales.

Nuestra experiencia común en el campo del voluntariado con niños resultó ser la base para comenzar a planificar, queremos ver el mundo a través de sus ojos y contárselo.

ViajanDos con calma es un blog de viajes y solidaridad. Recorreremos varios países de América Central y América del Sur para descubrir pequeños proyectos sociales que trabajan con infancia, tratando de poner en contacto a las personas que desean ser voluntarias con las realidades del área. En paralelo descubriremos las bellezas de algunos países, con un ojo en la historia, las tradiciones y la cultura de los pueblos que encontremos en nuestro viaje.

El encuentro


Quién somos

Llegué a Nicaragua después de dos días de nieve en Nueva York, mi ropa era demasiado pesada para el calor abrasador de Managua. El viaje a León en mis recuerdos fue muy rápido, miré por la ventana con curiosidad y miedo, consciente de que comenzaba el viaje que siempre había soñado, pero también de que en este viaje habría sido sola. Llegué tarde en la noche a la casa roja con las barras blancas, y mi habitación con las paredes que se detuvieron antes del techo parecía un palacio. Por fin había llegado a América Central.

Me desperté temprano, como siempre la primera necesidad es el café y con mi taza me senté en la colorida cocina al aire libre en un taburete que se convertiría en mi lugar permanente durante un mes. Oigo ruidos, viene alguien, estoy emocionada pero también un poco molesta, no me gusta hablar cuando me despierto, ¡necesito mi tiempo!
Llega una chica con el pelo rizado y grueso, afeitada de un lado, dos ojos azules como mi mar, me mira y dice «Hola», yo contesto y luego nos quedamos calladas para tomar nuestro café. En ese momento me di cuenta que me gustaba, Sofía fue la primera persona que conocí en Nicaragua y ciertamente una de las más importantes. Nunca nos hemos encontrado en Europa, compartimos un amor por Centroamérica, por los niños y nos encanta involucrarnos en primera persona por las causas con las que nos casamos. Pero sobre todo, compartimos nuestro café en silencio por la mañana, y puedo asegurarles que esto no es poca cosa!

Foto Alessandro Pili

Valentina Bifulco

Dicen que las casualidades no existen y mis encuentros con y en Nicaragua, aunque lo pareciera al principio, no fueron casuales.

Desde hacía tiempo había sido mi sueño ir como voluntaria a América latina, pero el viaje de la vida me había llevado a muchos rincones del mundo hasta entonces pero no a ese.  Por fin llegue en 2016. Y llegué a Nicaragua. Hice un voluntariado de un mes, y me quedé en el proyecto, y en otros, durante dos años.

Por la casa en la que vivía con una mujer latina de sangre, alma y corazón, pasaba mucha gente. Una casa alegre, colorida y luminosa. Bulliciosa, multicultural y divertida.

Cada mañana era una sorpresa en la cocina. A parte de Paco (el chocoyo) al que había que esquivar con habilidad, era una incertidumbre saber quién me acompañaría en mi momento favorito, mis desayunos en calma y silencio. Uno de esos días, cuando llegué a hacer mi café estaba una chica con un jersey larguísimo gris y las piernas al aire. Para mí, pensé, necesito mi café y luego ya hablamos. Y así fue. Sin pedirlo, ocurrió. Y esa fue la señal. En silencio sonreí, tomamos nuestro café en silencio y las dos con calma.

Sofía Alcrudo