La escritura siempre ha sido mi herramienta para expresar mis pensamientos. He llevado un diario diariamente desde mis 14 años, donde he escrito lo que me ha pasado, mis pensamientos y mis miedos.
Cuando decidí irme a Nicaragua también decidí dejar de escribir todos los días; mi diario se estaba convirtiendo en una obligación, y no quería que fuera así.
Nicaragua me abrumó, llegó como una avalancha para destruir mis certezas y me obligó a cuestionar mi seguridad. Las fuertes emociones que sentí el primer año que estuve en Nicaragua despertaron en mí el deseo de escribir: no un diario, sino un relato de lo que estaba pasando dentro de mí, de la tormenta emocional que me abrumaba.
Así nació Destino Nicaragua, una serie de artículos escritos para intentar conocer y explicar el fenómeno de los niños y de las niñas de la calle.
Los niños y niñas viven en la calle porque el sistema político y social de este país no funciona. Las familias numerosas, el trabajo infantil, la violencia, la pobreza extrema, la prostitución y el hambre son algunas de las razones por las que estos niños y niñas eligen la calle. Duele ver cómo esta elección, la mayoría de las veces inconsciente, consume sus jóvenes vidas día tras día.
Opté por confiar mi historia a Entulas Intercultura, la asociación de la que soy presidenta desde hace años, y que para mí representa un pequeño nido seguro. Cada vez que comienzo un nuevo proyecto o decido cambiar mi vida busco siempre la contrastación con sus miembros y siempre es muy útil. Entulas es una pequeña asociación que trabaja en el territorio para facilitar dinámicas inclusivas dirigidas a la acogida. Entulas se ha convertido en el hogar natural de mis historias.
Año tras año traté de contar lo que vi y, aunque fue y es muy difícil, lo que sentí. Al principio quería que fuera un reportaje profesional, quería desaparecer de esas líneas, como te enseñan en todas las escuelas de periodismo El periodista es una herramienta para contar una historia, pero no fue así.
Una vez más, Nicaragua animó un motor dentro de mí y me llenó de emociones. Los niños y niñas de la calle han pasado de ser un fenómeno social a ser personas reales, con nombres, historias, dolores y alegrías que sentí que quería contar. Y me encontré descubriéndome frágil, aprendiendo a manejar las lágrimas, riendo como nunca antes lo había hecho, y sintiendo un amor incondicional por niños y niñas que no conocía.
Cuando leo los artículos puedo ver claramente el camino que he tomado en los últimos años, las experiencias que he tenido con niños y niñas y cómo me han cambiado profundamente.
No sé si Destino Nicaragua puede ser definido como periodístico o profesional, pero sé que es la historia más honesta y sincera de mi experiencia.
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