Los días pasan rápido, un año se convierte en dos meses y me encuentro preparándome para una nueva partida.
Cada vez es lo mismo y diferente al mismo tiempo: trata de imaginar con miedo mezclado con excitación todo lo que va a pasar, consciente de que no puedes predecirlo todo, pero decidido a intentarlo.
Nos espera un largo viaje, cuatro países en tres meses y medio, donde viviremos experiencias inolvidables. Planificamos la primera etapa, Nicaragua, donde nos encontramos, donde dejamos parte de nuestras almas. El resto está por definir, sabemos que a finales de enero iremos a Colombia y que en abril terminaremos en Perú, y nos gustaría ir a Ecuador, siempre que se resuelva la crisis sociopolítica.
Hay tantas cosas en que pensar, hay tantas que dividir en áreas: salud, equipo de fotografía/video, ropa, etc… y hay tantos compromisos que hacer entre la utilidad de un objeto y el peso y espacio que ocupará mi mochila, la Negra, que se convertirá en mi hogar portátil durante estos meses.
Todo se vuelve relativo y los objetos pierden el poder que tienen sobre nosotros, si no cabe no lo necesitamos, ¡y punto!
Y este es sin duda uno de los aspectos que más me gustan de los viajes, me hace darme cuenta de lo superfluo y me obliga a desprenderme de muchas cosas, que sólo en los viajes se vuelven inútiles.
Miedo y excitación….
Es difícil describir lo que siento, sólo sé que no puedo esperar a que esta aventura comience!
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