Tenía muchas expectativas sobre el desierto de Tatacoa, nunca había visto un desierto en mi vida, incluso sabiendo que no es un desierto real sino una depresión rocosa muy seca, y además fue la primera etapa sola, después de la partida de Sofía para España.
Decidí pasar una noche en el desierto y al día siguiente visitarlo con un recorrido de 8 horas. Llegué a Tatacoa por la tarde en moto, a mi alrededor rocas de cactus y calor.
El paisaje es increíble, kilómetros de cañones rojos forman figuras imponentes, y la atmósfera es de total paz, solo se escucha el viento y el ruido de los pocos vehículos que circulan.
Al atardecer fui al pie de Cusco, el área Roja, estaba sola, y rodeada de un imponente muro rocoso de un color brillante, fortalecido por la puesta de sol. No puedo encontrar las palabras para describir su belleza.
La noche cae rápidamente en el desierto y decidí ir al observatorio para ver las estrellas. Recorrí 1 km en la oscuridad, bajo el cielo más estrellado que he visto. No niego que pensé que estaba loca caminando sola en el desierto por la noche, pero te aseguro que fue un paseo que nunca olvidaré.
Al día siguiente partí para el recorrido con 4 compañeros de viaje que demostraron ser muy agradables.
Comenzamos a explorar el área fantasma. Rocas grises con grandes vetas que se asemejan a los fantasmas clásicos con la sábana. Esta parte de Tatacoa tiene un encanto particular, tienes la sensación de estar sola, como si el mundo hubiera desaparecido repentinamente. Pierdes la orientación casi de inmediato y por esta razón te recomiendo ir con un guía. La caminata duró dos horas y media bajo un sol abrasador, a mitad de camino nos detuvimos para descansar en la casa de una familia que vive en el desierto criando cabras. Debe ser difícil vivir tan aislado: en el porche colgaba de una viga la carne en salazón secándose.
Después del almuerzo fuimos a una piscina que dicen que es natural, pero en realidad se construyó desfigurando un poco el paisaje, la nota positiva es que es administrada por los lugareños y no es demasiado invasiva.
La parte final de la caminata es la zona roja, en mi opinión, la más fascinante. Caminas entre las venas de las paredes arenosas formadas por el viento que ha tallado torres, cañones y caminos. Parece que estas en Marte, rodeada de cactus e inundada de color rojo. Los senderos se ramifican en el valle de montañas rojas, que cambian de forma con cada paso. Es como si el paisaje se moldeara mientras paseas. Hermosa!
El día terminó con una espléndida puesta de sol que hizo brillar las paredes rojas, y que me dejó con una inmensa gratitud por haber podido ver y experimentar un lugar inolvidable.
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